La primera mujer que leyó lo que yo escribía era una universitaria. Me la encontré en una obra de teatro. El teatro estaba
lleno, por lo que tuve que aguardar parado en la entrada, pero desde ahí se
podía ver lo que ella hacía en el escenario de una manera muy convincente. En
plena actuación, no se daba cuenta (o era muy desinhibida, o alocada) que su
blusa estaba medio desabrochada, y un pecho se le veía.
Sentí pena por ella, quería advertirle que se tapara... pero
terminé conociéndola, y enseñándole unos poemas escritos a máquina. Ella pareció
aprobar de mis intentos novatos, y luego pasamos al patio de mi casa.
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