11/5/24

Gilga-Mesh

    
Yo Soy Eso

    Yo Soy Eso — I Am That I Am

    A veces me he preguntado cómo lo conocí, al desaforado y emancipado personaje de San Tzara. Ya lo había visto caminando, o él me había visto a mí, y cada vez que nos encontrábamos, él apuntalaba su mirada en mí de una forma como no había visto en el Matrix. Pronto me dije que algo no fluía bien con este personaje. Katya lo confirmó, luego de que en una ocasión el hombre la perforó con su mirada: “Está medio loco el fulano, no le hagas caso”.
    No estaba seguro de quién se trataba, pero me decía que debía conocerme, por la forma en que me miraba. Aunque Katya insistió en que simplemente era un tipo enfermo. Una vez lo vi hablando con un librero de la localidad y sospeché que algo tenía que ver con el ámbito literario.
    Por fin, un día se dio el molesto encuentro, donde confirmé mi sospecha. Nos topamos, como en otras ocasiones, durante una caminata matutina, pues al hombre le gustaba estirar las piernas.
    — Nunca me gustó lo que escribes — soltó así, sin más, sin saludar.
     — Gracias.
     — Soy Gilga, o Gilga-Mesh para ti. Para mis amigos soy Gilga, para ti no. No me caes. De hecho, me caes mal. Mal como una cascada en octubre.
     — ¿Se puede saber por qué?
     — Soy promotor cultural, mi buen, sé algunas cosas — y su mirada me taladró.
    Una mirada enferma y detonante, como si fuera la de un ser de otra dimensión. Luego le encontré un parecido con un gurú de la India, Nisargadatta, y se lo dije.
     — No me extraña que me digas eso, ya me lo han dicho en el trabajo y en el gimnasio. Te pareces a Nisargadatta. Mi genética viene de otra dimensión, mi buen. ¿Sabías que el tiempo no existe? Lo que tú escribes es un bodrio, pero yo tengo lazos con la antigüedad, mi buen, y nunca pensaría en recomendarte a ninguna editorial. Mi papá me puso Gilga-Mesh porque era estudioso de las civilizaciones antiguas y me dijo que yo sería un autor de influencia, aunque aún estoy esperando la hora.
    — ¿Por qué te caigo mal? ¿Qué hice para caerte mal?
     — Me heriste mucho, mi amor, y quise llorar, pero me contuve. Fui fuerte, como el mástil del barco donde trabajaba cuando fui a Alaska a pescar atún, pues en ese tiempo no tenía dinero y estaba batallando. Hice mucho ejercicio en el barco, los cabrones me veían haciendo lagartijas y decían: “Este mamón se va a convertir en un semidiós”, pero no sabían que quería ponerme en forma, bien cuadrado, como los mineros de antes — alzó los puños y se puso en posición de ataque.
     — Estás medio pirata Gilga.
    — Tú también estás pirata, pero yo soy autor, y de los buenos, de los que escriben para otras dimensiones. ¿Sabías que hay miles de seres en otras dimensiones? En este momento estamos rodeados de ellos, y les interesa ver cómo te voy a putear, pues me lo han dicho en más de una ocasión. “Gilga, si te madreas a un escritor, te damos veinte créditos, a una abuelita treinta”. Hay mucho escritor en la lista que guardo en la bolsa, y a ellos les gusta estar al tanto de lo que pasa en esta mierda de existencia. Por eso escribo, para tenerlos en el bolsillo. Hoy voy a escribir cuando llegue a la casa y prenda la televisión. Antes me serviré una Coca-Cola o veré la televisión.

¡Yo Soy!



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