—Kei-pi-bi-es —repitió con su voz de jeringa de monja enclaustrada—. Kei-pi-bi-es —atornilló mi cerebro—. Kei-pi-bi-es, es una estación federal. Kei-pi-bi-es, no sé si la conoces.
Todo ese tiempo guardé silencio parsimonioso en respeto a los derechos de los maltratados por el audio eterno de los tercos, no turcos.
No comments:
Post a Comment