12/16/25

Fermentos

    Voy al restaurante por el pan y me atiende una mujica ya avejentada en sus abriles. Aunque maneja un encanto y le caigo bien. Me conoce desde hace tiempo. Sabe mis historias.
    —Qué le voy a ofrecer al caballero.
    —Dame un pan, el que quieras mademoiselle.
    Ella mueve su cuerpo magnum detrás del estante y apenas se le puede ver. Múltiples objetos ocultan sus masas. Regresa con un ejemplar digno de museo.
    —Está blandito y suavecito como las pompis de un bebé.


    Le pago dos billetes y tres monedas y ella me invita al almacén donde hacen el pan. Allí hay especialistas en fermentación traídos de las montañas.
    —Por lo regular nadie viene a la trastienda —dice—, nunca tuve intenciones de ser famosa. Pero usted me cae bien, no sé. Lo veo caminar y me digo, a ese hombre le mostraré el futuro de las cosas.


    Los especialistas en fermentación traídos de las montañas usan trajes especiales y cubrebocas, solo se les ven los ojos. En sus manos llevan estas bolas de gelatina azul, que lanzan a la masa y allí se funden en un instante bien habido.
    —Nadie sabe el secreto —dice—, ahora usted sabe algo que nadie sabe.

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